Por Dr. José Gómez Lagos
En la elección para elegir la primera Comisión Directiva de Club Tacuarembó -1921- dos personalidades resultaron empatadas en la máxima votación: Juan Landó Tiscornia y Atanacio Claudio Viera. Los Estatutos establecían que la distribución de cargos correspondía a la propia Comisión, que a tal efecto se reunió por primera vez el 19 de octubre de 1921. Distribuidos los cargos, quedó integrada de la siguiente manera: presidente Atanacio Claudio Viera, vicepresidente Santiago Nieto y Clavera (quien fue el segundo intendente del departamento de Tacuarembó), secretario José A. Praderio, tesorero Tomás Peña, bibliotecario Juan B. Zóboli, vocales Alberto Arregui, Celedonio Nin y Silva, Juan Landó Tiscornia y Jaime Borbonet.
Club Tacuarembó como toda persona jurídica, es una figura de ficción, no tiene existencia por sí sola, necesita seres humanos que la integren, representen, hagan funcionar. Solo así pudo adquirir vida, contraer obligaciones, formar un patrimonio, organizar actividades. Su destino dependía de la capacidad, esfuerzo, visión, de aquellos pioneros y de su eventual posteridad. Por tanto, parecen necesarias algunas ligeras pinceladas para presentar a los protagonistas de la fundación.
Como vocales, debutaron nada menos que el Prof. Borbonet, segundo director del Liceo (creado en 1912); el abogado y escribano Nin y Silva, autor de numerosas obras, de las que arbitrariamente mencionamos; el «Código Civil de la República Oriental del Uruguay, Anotado y Concordado por el Dr. Celedonio Nin y Silva», «Historia de la Religión de Israel según la Biblia» (12 tomos) escrito especialmente para la juventud española, «La República del Uruguay en su Primer Centenario», «La libertad a través de la Historia»; Arregui, conocido comerciante de la época; Landó Tiscornia, abogado (votación máxima en elección de Comisión); Zóboli que se desempeñó en el Concejo de Administración, asumió el cargo de bibliotecario; Peña, productor ganadero, primer tesorero de una asociación que nacía sin patrimonio y acuciada de requerimientos; Praderio, rematador, jefe de Telégrafo, agente del Banco Hipotecario, fue investido como secretario; el vicepresidente Nieto y Clavera, intendente de 1916 a 1920, posteriormente integrante del Concejo de Administración; Viera -presidente- escribano, representante por Tacuarembó en varias legislaturas, presidente del Concejo de Administración, senador en dos periodos consecutivos (el segundo, interrumpido abruptamente por el Golpe de Estado de 1933).
Poco tiempo para muchas urgencias, en Ejercicio que entonces era de un año. Había que promover una nómina sustentable de socios, fijar importe de cuotas, designar subcomisiones, establecer provisoriamente lugar de reunión, procurar una Sede, definir sistema de cobranza, adquirir mobiliario, libros e instrumentos musicales, fomentar la participación y sentido de pertenencia.
Después del alumbramiento comenzaba la vida, la urgente necesidad de emerger como nexo social, promover cultura, contribuir a la convivencia pacífica y crear un ámbito de ideas como potente rampa de lanzamiento. Era fundamental tener claro, que como expresara Haurióu -máxima figura de la teoría institucionalista-, las civilizaciones son el producto de las ideas y no las ideas producto de las civilizaciones.